jueves, marzo 31, 2005

Primavera.

6860 comics
15.392,50 €

Odio la primavera.

Me siento como si un camión de mercancias estuviera aparcando sobre mi cabeza, como si un billón de chihuahuas se mearan a la vez en la pernera de mi pantalón, como si todas las personas de este mundo de mierda se reunieran despues del trabajo para conspirar contra mi.

Odio la primavera.

Y la odio porque me hace sentir como un esquizofrénico sin medicación, como un paranoico, como un depresivo enganchado a dramones venezolanos baratos. Me vuelvo irritable y odioso. Me convierto en un conjunto difuso de células que discurren sin mucho sentido por las brumosas vias de mi ciudad. La odio porque comienza a hacer calor, y la verdad es que eso también lo detesto. La odio porque consigue que lo odie todo, sin límite. Sin exclusiones.

Sí. Odio la primavera.

Porque la gente que me aguanta me mira con cara de confusión mientras despotrico y escupo y me convierto en una maquina de despreciar repugnante y odiosa. Porque me retardo. Porque me adormezco. Porque parezco un zombie. Porque me altero. Porque comienzo a sudar y me siento pegajoso. Porque me pica la nariz. Porque comienzan a aparecer esas moscas que revolotean sobre tu cabeza zumbando y rebotando contra tus sienes.

Odio la primavera.

Porque cuando la astenia pimaveral se apodera de mi cuerpo, ni siquiera me apetece hablar de comics, ni pensar en ellos, ni nada. Porque me gasto demasiado dinero en esta afición esquizoide. O demasiado poco. Porque debería consumir menos. O más. Porque no soy Alan Moore, ni Neil Gaiman. Porque me gustaría dibujar como Arthur Adams, o como Adam Hughes, y no lo conseguiré jamas. Por mucho que lo intente. Porque me siento indeciso, insoportable, intratable y ciento diez palabras más, todas comenzadas por in.
Y eso si que lo detesto.

Odio la primavera.

Porque es una puta mierda.
Se nota, ¿no?.

jueves, marzo 17, 2005

Y soñar con ello sin conseguirlo...

6846 comics
15.248,36 €

A veces es sólo un instante, una sensación. Como estar en el epicentro del holocausto y sobrevivir, como dormitar en la caldera de una fundición. Como instalarte en el fondo de un pantano sin llenar. A veces es como flotar en un estanque lleno de patos de goma, como navegar en una bañera, como comer pipas peladas. Sin movimiento, sin brisa, sin nada. A veces mi vida es un inténtalo. Casi siempre acabo esbozando un olvídalo.

Si dijera que me encantaría escribir comics, alguno podría decir que la idea es una estupidez fácilmente realizable. Analizando superficialmente le panorama tebeístico actual y pasado, muchos podrán alegar que si gente como Roke González y Cels Piñol han logrado imprimir a nivel nacional algunas de sus ideas, cualquier humano con capacidad prensil en su dígitos es capaz de hacerlo. Si Scott Lobdell, Chuck Austen o el Señor Chichester han conseguido estar al frente de colecciones de Madre Marvel y Padre DC, a veces incluso y durante etapas considerables de los buques insignia de ambas editoriales, cualquier homínido con capacidad de distinción entre una bicicleta y un misil nuclear tiene la posibilidad de alcanzar el estrellato en el noveno arte.
La mediocridad es a menudo una lacra alabada por las mentes pensantes que discurren por niveles superiores y a menudo incomprensibles, que confunden lo surreal con lo original(y hay personas como el señor Morrison que navegan con ahínco por las procelosas aguas de la línea que separa ambos conceptos, lo genial y lo absurdo), lo patético con lo divertido, lo esúpido con lo innovador.

Compro la Patrulla X por mero afán completista, impulsado por la desazón que me produce la idea de parar ahora mi colección. Hace años que los Hombres X no me producen el placer difuso que te dan los continuará antológicos de otras colecciones, de otros tiempos. Contemplo asombrado la degeneración incomprensible de autores como Chris Claremont o John Byrne, otrora paladines de la diversión y causantes de algunos de los mejores momentos de lectura de mi adolescencia. Si bien el caso de estos últimos no es comparable a la diarrea mental continua del señor Austen (Y es que gente responsable de etapas memorables en los 4 Fantásticos y en los X-Men merecen un respeto, aunque a veces esto sea extremadamente difícil), que los directivos de las grandes editoriales confíen una y otra vez en ellos para manejar historias que a todas luces se les escapan de las manos me sigue resultando incomprensible.

Se me podrá decir que es barato criticar, sobre todo sin haberlo intentado nunca, y tendrán todos razón al tacharme de aprovechado, indocumentado o estúpido. Quizá mi problema es que al intentarlo me propongo siempre escribir algo a la altura del Señor Alan Moore, y eso es para mi algo inalcanzable, por lo que termino rindiéndome siempre ante la evidencia y desisto. Quizá lo que me ocurre es que corroe una envidia insana al contemplar la obra de los citados, o quizá es solo que me invade a menudo la sensación de que puedo hacerlo bastante mejor. Eso no lo sé. En el fondo, la idea es que critico porque todo el mundo puede opinar, y la ignorancia es libre y atrevida, y al final los tebeos son como los vinos, como las películas, como todas las cosas de esta vida: a base de probar uno acaba decidiendo cuales son las cosas que le gustan y las que no.

miércoles, marzo 16, 2005

Frikis

6846 comics
15.248,36 €

Está bien. Si lo pienso fríamente, debo de ser bastante friki. Tengo treinta años, vivo con mis padres, colecciono tebeos y mis ídolos son unos señores que escriben y dibujan y cuyo nombre es desconocido para una abrumadora mayoría del común de los mortales. Tengo figuras articuladas de mis héroes favoritos repartidas por mi cuarto. Cuido con cariño las ediciones mas delicadas de Zinco y Norma y llevé a un encuadernador profesional mi “Electra Lives Again” para que cosiera de nuevo sus deterioradas páginas. Me gasto unos 250€ al mes en comprar tebeos y lo que es más grave, no supone para mi ningún cargo de conciencia. Tengo una Gamecube (y es que soy un superfriki) y una Playstation 2. Tengo un póster de Spiderman que guarda mis sueños, acabada ya esa estúpida historia del niño Jesús. Me niego a prestar mis tebeos, sufro cuando cualquier neófito manipula mi colección de Predicador y mi pesadilla recurrente consiste en imaginar un grupo de niños coloreando mis tomos de Nausicä. Y es que con todas estas evidencias me es imposible negar que soy un friki

O no.

Probablemente si me vieras por la calle dirías de mí que soy absolutamente normal. Tengo un trabajo bastante respetable que desempeño con diligencia. Mi novia es una morena preciosa que me adora, intento comprarme un piso (yo y mis amigos Banco e Hipoteca), tengo amigos con los que salgo a divertirme y a hablar de fútbol y mujeres. Juego a los dardos y a las cartas, y a veces incluso consigo ganar alguna partida al Rabino. Bebo cerveza, como palomitas y duermo la siesta arrullado por la voz de Jorge Javier Vázquez susurrándome “buenas tardes tomates”. Es decir, a todas luces, y para todos aquellos que no han visitado la excentricidad que habita en mi cuarto soy una persona normal.

¿Qué es entonces lo que nos convierte es frikis? ¿Por qué los demás nos miran con extrañeza y nos llaman raros? ¿Soy raro por tener un hobby? ¿Por dedicar una parte de mi vida a algo que es inequívocamente arte? ¿Por disfrutar de la lectura? ¿Por ser capaz de identificar etapas, dibujantes y guionistas? ¿Por tener una figura del Ultimate Capitán América al lado de mi pasaporte? ¿Por debatir acerca de la extraña metamorfosis que está sufriendo Frank Miller, fagocitándose en trabajos alimenticios?

En realidad, y a pesar de los años consumidos en convencer a la gente que los comics no son sólo para niños, la mayoría de las veces me siento friki por saber.
Recuerdo una fiesta hará ahora un año en la que gente 10 años menor que yo me miraba con aterrador asombro porque respondía a casi todas las preguntas en una partida de Trivial. Esa gente abría los ojos como platos y bebían embobados su vodka con limón mientras yo contestaba no sin cierta vergüenza culpable a preguntas como: ¿Quién dirigió Centauros del Desierto? ¿Quién escribió El Tambor de Hojalata? ¿Cuál es la capital de Guatemala? Al final una de las chicas, una rubia delgadita y bastante mona, se levantó después de un bostezo para corregir su maquillaje en el baño de la casa donde residía la fiesta, justo antes de que yo contestara cinco de seis en la tarjeta de última ronda.

Y me sentí como un monstruo.

Gantz

6846 comics
15.248,36 €

Para ser sinceros, otra de las razones por las que escribo esto es porque necesito hablar de Gantz.

Para los que lo ignoren, Gantz es un manga escrito y dibujado por Oku Hiroya, editado bimestralmente en España por Glenat y del que se han publicado hasta la fecha 12 tomos.

Gantz es probablemente, el mejor comic ( en general) que se está editando actualmente en nuestro pais.

Vale. Ya podeis saltarme todos al cuello.

Se puede decir que encontré este tebeo por casualidad, que tropecé con el. Buscaba coleccionar un nuevo manga tras el fin de la primera serie de Alita (ahora Gunm) y andaba rebuscando bastante despistado en las estanterias de una librería especializada de Zaragoza. Casi por casualidad cogí el primer tomo de Gantz, lo ojee con rapidez y decidí que no era eso precisamente lo que me apetecía leer. Acabé comprando otra anodina ración de mis amados-odiados mutantes y algo de Mark Millar para desengrasar. Pobre iluso.
Casi dos meses despues en una de las librerias de Norma en Barcelona, esa que esta cerca del Arco del Triunfo, una extraña sensación me impulsó a comprarme los dos primeros tomos, quizá animado por esa idea que a menudo domina mis actos que es "si hay que gastar, que sea a lo grande".
Aún recuerdo la sensación que me invadió mientras leía hasta casi llegar al paroxismo aquellas paginas en blanco y negro de trazo nítido, ultaviolentas, surrealistas y casi absurdas. Recuerdo tambien el escalofrío que sentí al sufrir por primera vez como morían algunos de los personajes a manos de monstruos de nombres ridículos. Recuerdo que me sorprendí, que aluciné, que llegué a la última página de aquel segundo tomo con una casi olvidada sensación de plenitud y de vació, de querer más, de necesitar más. Recuerdo que al leer "continuará" casi me entraron ganas de echarme a llorar.

Gantz me encanta porque es simple pero sorprendente, porque nunca sabes lo que va a pasar. Porque no puedes dar nada por sentado y siempre te deja ganas de más. Porque el dibujo es increible y además, entre capitulo y capítulo, el señor Hiroya dibuja a unas señoritas de pechos imposibles y él mismo reconoce que lo hace sólo por que le encanta. Gantz me encanta porque cuando le coges cariño a aguien, llega un extraterreste con un nombre acabado en -ense y lo destroza. Gantz me encanta porque me ha devuelto esa sensación de incertidumbre, de sorpresa que tan pocos autores hoy en día saben captar. Gantz me apasiona porque cuando leo Spiderman (y lo leo, y mucho, y todos los meses), se que al final el que gana siempre es Spiderman, y que si alguien muere, luego van y lo resucitan.

Ah, por cierto, para los no iniciados: [Spoiler] Kei Kurono es la única constante de Gantz [Fin del Spoiler]

lunes, marzo 14, 2005

Digamos que...

Eso es. Digamos que tengo treinta años, 6845 comics y 15246,66€ euros invertidos. Digamos que a pesar de todo y de la extrañas miradas que pone la gente cuando comento estos datos con una sonrisa, soy un friki con una vida bastante normal. Tengo novia, amigos y trabajo. Tan solo he decidido gastarme mis remanentes en una afición que la inmensa mayoría de los habitantes de mi ciudad consideran estrambótica e infantil. Digamos que hago esto tan solo para contar cosas acerca de la vida y de los comics, de los tebeos que me gustan y de los que no, de los profesionales que considero respetables y respetados, de mis vivencias en este mundo a veces extraño ( por que hay que reconocer que los frikis a veces somos un poquito raros) y de todo aquello que me gusta y de todo aquello que no. Digamos que hago esto para escribir un poco. Porque lo necesito. Porque me gusta.

Y ya esta. No prtendo que nadie lo lea. No pretendo que nadie conteste. Solo lo hago porque me apetece. Y porque puedo. Es una declaración de intenciones, de lo que espero que vaya constando en esta historia, en esta pequeña aventura. No pretendo transcender ni discutir. No pretendo creerme Dios, ni sentar cátedra. Tan solo yo, el teclado y mis casi siempre desviados gustos. Y dejadme decir que para mis es más que suficiente.

Digamos que al final, esto es solamente un pequeño divertimento y necesito gritar en alguna parte que odio La Patrulla X de Chuck Austen.

Pues eso.