Weezer
Recuerdo como si fuera ahora aquel momento casi mágico en el que vi por primera vez el video "Smells like teen spirit" de Nirvana por la tele, hace unos 15 o 16 años. En aquellos años dorados en los que en casa de mis padres la parabólica nos regalaba con la MTV, años antes de que el cable y las teles de pago se convirtieran en una lacra. Recuerdo que pensé "Nos esta mal esta canción". Iluso de mi. Aquella semana la escuche unas 25 vece más. La MTV se dedicaba a ponerla cada 30 minutos. Sin descanso. Sin compasión. Creo que el resto es historia.
Despues llegó el video de "Even Flow" de Pearl Jam y decidí que quería ser Grunge. Me puse pendientes y me deje el pelo largo y me arme de esa angustia adolescente que me hacía creer que yo era lo más desgraciado que pisaba el planeta. Conseguí a la chica que me gustaba y después ella me dejó, así que la angustia fue tan real y dolorosa que ni siquiera intuí que era todo mentira.
Poco después, sumergido en una vorágine de permutas en las que hasta me atreví a cambiar de gafas, una parte de mi cabeza, ese gemelo malvado y golfo que solo quiere autodestrucción convenció a mis padres para que me pagaran un año de juerga, juerga y juerga en Zaragoza. Aquel año descubrí un alma pequeñita que parecía gemela y casi sin darnos cuenta empezamos a salir. Una noche, en un bar del que ni siquiera recuerdo un nombre, el camarero, una maricona loca y mala de ojos claros, de esos casi transparente que dan miedo, nos dijo que el disco de Weezer era azul eléctrico y molaba. Acto seguido nos puso "The sweater song" y creo que yo me enamoré. Otra vez.
De vuelta a Huesca y en una época de carteo intenso con mi pequeña alma gemela, en el 31, ese bar que fue todo lo que queríamos que fuera, "Buddy Holly" sonó un San Lorenzo entero, una vez tras otra, y aunque era la canción que menos me gustaba del disco azul eléctrico, saltamos tanto y tan alto y empujamos a tantas muñequitas preciosas que por unos segundos perfectos creí que podía realmente ser feliz.
Cuando me corté el pelo, de vuelta Huesca, y mientras compartía a una pelirroja pequeña con un tío al que jamás conocí, Weezer editó Pinkerton y yo encontré mi disco. Ése que eres capaz de escuchar 100 veces seguidas sin cansarte. Ése del que te aprendes todas las canciones pero nunca escuchas en ningún bar. Ése que no conoce nadie. Ése.
Pasaron años en los que yo me dedique a ser malo y en los que Rivers Cuomo se obstino en no regalarme música. Un día, navegando por la página de la Fnac con mi módem sónico descubrí que Weezer había publicado un disco verde, un disco que a mi me gusto lo justo, pero que todo el mundo se compró por culpa de una maldita compañía telefónica. Su siguiente album, Maladroit, que me gusto mucho más, pasó casi desapercibido y todo el mundo dijo que era una mierda. A veces pienso que con Weezer me pasa como con las películas de Shiamalan, soy el único ente consciente del planeta al que le gusta lo que hacen justo cuando todo el mundo lo detesta.
Desconexión. Olvidé a Weezer hasta que la Fnac (otra vez) me devolvió una reseña con su ultimo trabajo Make Believe, y algunas canciones con grandes estribillos. Reconozco que encontré este último disco tarde y mal, pocos días antes de la llegada de su (esta vez sí) reciente trabajo. El disco rojo. Apenas he empezado a escucharlo del todo cuando ya he encontrado uno de esos estribillos pop perfectos y pegadizos. Que le voy a hacer. Weezer es el recuero de que una vez fui adolescente. De que una vez fui malo. De que una vez ligué con aquellas que quería ligar. Weezer es el recuerdo de que hay gente en el mundo que te pueden dar unos momentos de plena felicidad con un canción que te dice: "si me quieres destruir el jersey, uououo.....".
Weezer es mi banda. Me gusta la música que hacen. Sus melodías pegadizas, sus letras casi siempre absurdas, sus guitarras, su actitud algo moñas.
Everybody get dangerous.
Yeah!
Despues llegó el video de "Even Flow" de Pearl Jam y decidí que quería ser Grunge. Me puse pendientes y me deje el pelo largo y me arme de esa angustia adolescente que me hacía creer que yo era lo más desgraciado que pisaba el planeta. Conseguí a la chica que me gustaba y después ella me dejó, así que la angustia fue tan real y dolorosa que ni siquiera intuí que era todo mentira.
Poco después, sumergido en una vorágine de permutas en las que hasta me atreví a cambiar de gafas, una parte de mi cabeza, ese gemelo malvado y golfo que solo quiere autodestrucción convenció a mis padres para que me pagaran un año de juerga, juerga y juerga en Zaragoza. Aquel año descubrí un alma pequeñita que parecía gemela y casi sin darnos cuenta empezamos a salir. Una noche, en un bar del que ni siquiera recuerdo un nombre, el camarero, una maricona loca y mala de ojos claros, de esos casi transparente que dan miedo, nos dijo que el disco de Weezer era azul eléctrico y molaba. Acto seguido nos puso "The sweater song" y creo que yo me enamoré. Otra vez.
De vuelta a Huesca y en una época de carteo intenso con mi pequeña alma gemela, en el 31, ese bar que fue todo lo que queríamos que fuera, "Buddy Holly" sonó un San Lorenzo entero, una vez tras otra, y aunque era la canción que menos me gustaba del disco azul eléctrico, saltamos tanto y tan alto y empujamos a tantas muñequitas preciosas que por unos segundos perfectos creí que podía realmente ser feliz.
Cuando me corté el pelo, de vuelta Huesca, y mientras compartía a una pelirroja pequeña con un tío al que jamás conocí, Weezer editó Pinkerton y yo encontré mi disco. Ése que eres capaz de escuchar 100 veces seguidas sin cansarte. Ése del que te aprendes todas las canciones pero nunca escuchas en ningún bar. Ése que no conoce nadie. Ése.
Pasaron años en los que yo me dedique a ser malo y en los que Rivers Cuomo se obstino en no regalarme música. Un día, navegando por la página de la Fnac con mi módem sónico descubrí que Weezer había publicado un disco verde, un disco que a mi me gusto lo justo, pero que todo el mundo se compró por culpa de una maldita compañía telefónica. Su siguiente album, Maladroit, que me gusto mucho más, pasó casi desapercibido y todo el mundo dijo que era una mierda. A veces pienso que con Weezer me pasa como con las películas de Shiamalan, soy el único ente consciente del planeta al que le gusta lo que hacen justo cuando todo el mundo lo detesta.
Desconexión. Olvidé a Weezer hasta que la Fnac (otra vez) me devolvió una reseña con su ultimo trabajo Make Believe, y algunas canciones con grandes estribillos. Reconozco que encontré este último disco tarde y mal, pocos días antes de la llegada de su (esta vez sí) reciente trabajo. El disco rojo. Apenas he empezado a escucharlo del todo cuando ya he encontrado uno de esos estribillos pop perfectos y pegadizos. Que le voy a hacer. Weezer es el recuero de que una vez fui adolescente. De que una vez fui malo. De que una vez ligué con aquellas que quería ligar. Weezer es el recuerdo de que hay gente en el mundo que te pueden dar unos momentos de plena felicidad con un canción que te dice: "si me quieres destruir el jersey, uououo.....".
Weezer es mi banda. Me gusta la música que hacen. Sus melodías pegadizas, sus letras casi siempre absurdas, sus guitarras, su actitud algo moñas.
Everybody get dangerous.
Yeah!
1 Comments:
Buddy Holly soy capaz de escucharla cientos de veces seguidas y seguir flipando. ¡Es hipnótica! De hecho, hace unos años propuse a mis amigos disfrazarnos de años '50 como en el vídeo... propuesta fallida.
Y sí, yo también acabé harto de Island in the sun, sobre todo porque la conocía de antes y detestaba que la gente se refiriese a ella como "Ah, la canción de Telefónica"
Publicar un comentario
<< Home