Y soñar con ello sin conseguirlo...
6846 comics
15.248,36 €
A veces es sólo un instante, una sensación. Como estar en el epicentro del holocausto y sobrevivir, como dormitar en la caldera de una fundición. Como instalarte en el fondo de un pantano sin llenar. A veces es como flotar en un estanque lleno de patos de goma, como navegar en una bañera, como comer pipas peladas. Sin movimiento, sin brisa, sin nada. A veces mi vida es un inténtalo. Casi siempre acabo esbozando un olvídalo.
Si dijera que me encantaría escribir comics, alguno podría decir que la idea es una estupidez fácilmente realizable. Analizando superficialmente le panorama tebeístico actual y pasado, muchos podrán alegar que si gente como Roke González y Cels Piñol han logrado imprimir a nivel nacional algunas de sus ideas, cualquier humano con capacidad prensil en su dígitos es capaz de hacerlo. Si Scott Lobdell, Chuck Austen o el Señor Chichester han conseguido estar al frente de colecciones de Madre Marvel y Padre DC, a veces incluso y durante etapas considerables de los buques insignia de ambas editoriales, cualquier homínido con capacidad de distinción entre una bicicleta y un misil nuclear tiene la posibilidad de alcanzar el estrellato en el noveno arte.
La mediocridad es a menudo una lacra alabada por las mentes pensantes que discurren por niveles superiores y a menudo incomprensibles, que confunden lo surreal con lo original(y hay personas como el señor Morrison que navegan con ahínco por las procelosas aguas de la línea que separa ambos conceptos, lo genial y lo absurdo), lo patético con lo divertido, lo esúpido con lo innovador.
Compro la Patrulla X por mero afán completista, impulsado por la desazón que me produce la idea de parar ahora mi colección. Hace años que los Hombres X no me producen el placer difuso que te dan los continuará antológicos de otras colecciones, de otros tiempos. Contemplo asombrado la degeneración incomprensible de autores como Chris Claremont o John Byrne, otrora paladines de la diversión y causantes de algunos de los mejores momentos de lectura de mi adolescencia. Si bien el caso de estos últimos no es comparable a la diarrea mental continua del señor Austen (Y es que gente responsable de etapas memorables en los 4 Fantásticos y en los X-Men merecen un respeto, aunque a veces esto sea extremadamente difícil), que los directivos de las grandes editoriales confíen una y otra vez en ellos para manejar historias que a todas luces se les escapan de las manos me sigue resultando incomprensible.
Se me podrá decir que es barato criticar, sobre todo sin haberlo intentado nunca, y tendrán todos razón al tacharme de aprovechado, indocumentado o estúpido. Quizá mi problema es que al intentarlo me propongo siempre escribir algo a la altura del Señor Alan Moore, y eso es para mi algo inalcanzable, por lo que termino rindiéndome siempre ante la evidencia y desisto. Quizá lo que me ocurre es que corroe una envidia insana al contemplar la obra de los citados, o quizá es solo que me invade a menudo la sensación de que puedo hacerlo bastante mejor. Eso no lo sé. En el fondo, la idea es que critico porque todo el mundo puede opinar, y la ignorancia es libre y atrevida, y al final los tebeos son como los vinos, como las películas, como todas las cosas de esta vida: a base de probar uno acaba decidiendo cuales son las cosas que le gustan y las que no.
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A veces es sólo un instante, una sensación. Como estar en el epicentro del holocausto y sobrevivir, como dormitar en la caldera de una fundición. Como instalarte en el fondo de un pantano sin llenar. A veces es como flotar en un estanque lleno de patos de goma, como navegar en una bañera, como comer pipas peladas. Sin movimiento, sin brisa, sin nada. A veces mi vida es un inténtalo. Casi siempre acabo esbozando un olvídalo.
Si dijera que me encantaría escribir comics, alguno podría decir que la idea es una estupidez fácilmente realizable. Analizando superficialmente le panorama tebeístico actual y pasado, muchos podrán alegar que si gente como Roke González y Cels Piñol han logrado imprimir a nivel nacional algunas de sus ideas, cualquier humano con capacidad prensil en su dígitos es capaz de hacerlo. Si Scott Lobdell, Chuck Austen o el Señor Chichester han conseguido estar al frente de colecciones de Madre Marvel y Padre DC, a veces incluso y durante etapas considerables de los buques insignia de ambas editoriales, cualquier homínido con capacidad de distinción entre una bicicleta y un misil nuclear tiene la posibilidad de alcanzar el estrellato en el noveno arte.
La mediocridad es a menudo una lacra alabada por las mentes pensantes que discurren por niveles superiores y a menudo incomprensibles, que confunden lo surreal con lo original(y hay personas como el señor Morrison que navegan con ahínco por las procelosas aguas de la línea que separa ambos conceptos, lo genial y lo absurdo), lo patético con lo divertido, lo esúpido con lo innovador.
Compro la Patrulla X por mero afán completista, impulsado por la desazón que me produce la idea de parar ahora mi colección. Hace años que los Hombres X no me producen el placer difuso que te dan los continuará antológicos de otras colecciones, de otros tiempos. Contemplo asombrado la degeneración incomprensible de autores como Chris Claremont o John Byrne, otrora paladines de la diversión y causantes de algunos de los mejores momentos de lectura de mi adolescencia. Si bien el caso de estos últimos no es comparable a la diarrea mental continua del señor Austen (Y es que gente responsable de etapas memorables en los 4 Fantásticos y en los X-Men merecen un respeto, aunque a veces esto sea extremadamente difícil), que los directivos de las grandes editoriales confíen una y otra vez en ellos para manejar historias que a todas luces se les escapan de las manos me sigue resultando incomprensible.
Se me podrá decir que es barato criticar, sobre todo sin haberlo intentado nunca, y tendrán todos razón al tacharme de aprovechado, indocumentado o estúpido. Quizá mi problema es que al intentarlo me propongo siempre escribir algo a la altura del Señor Alan Moore, y eso es para mi algo inalcanzable, por lo que termino rindiéndome siempre ante la evidencia y desisto. Quizá lo que me ocurre es que corroe una envidia insana al contemplar la obra de los citados, o quizá es solo que me invade a menudo la sensación de que puedo hacerlo bastante mejor. Eso no lo sé. En el fondo, la idea es que critico porque todo el mundo puede opinar, y la ignorancia es libre y atrevida, y al final los tebeos son como los vinos, como las películas, como todas las cosas de esta vida: a base de probar uno acaba decidiendo cuales son las cosas que le gustan y las que no.
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