Héroe II
Decido que ser Spiderman hoy es excesivo para suprimir a estos patanes. A veces es suficiente con el Capitán América, a veces incluso con Blue Beetle.
Hoy tengo treinta y uno porque me apetece parecer un poco mayor, porque quiero ser humano. Hoy quiero sangrar y que duela. Hoy no quiero ser Hulk. Quiero que el estúpido con pasamontañas que ha entrado a robar en mi mundo me pegue un puñetazo y me rompa un diente. Quiero sufrir y sudar y que esa bala me pase rozando, y escuchar el murmullo de una multitud que piensa: "No lo conseguirá".
Vestido con una sudadera y unos vaqueros algo rotos y configurado con la fuerza y la agilidad de Pantera Negra, hago un par de cabriolas y me coloco en el centro de los patanes armados y peligrosos. Apenas seran unos segundo de volteretas, directos al menton y patadas giratorias y todo habrá acabado. Ni sudor, ni muelas partidas, ni inseguridad, ni miedo, ni nada.
La gente aplaude y me palmaditas en las espalda felicitandome, porque desconocen que soy el hijoputa omnipotente que les oprime y aniquila. El mismo que les acaba de salvar de la paranoia de unos atracadores que yo mismo había creado. Les borraría a todos de la faz de la tierra con una mirada casual, pero el hastío es insoportable. Acepto sus muestras de afecto con una sonrisa que parece quebrarme la cara.
Es la agonia de lo previsible, de la monotonía que tu mismo dominas. El horror del aburrimiento.
Ser Dios es un coñazo. Y lo odio.
(Continuará)
Hoy tengo treinta y uno porque me apetece parecer un poco mayor, porque quiero ser humano. Hoy quiero sangrar y que duela. Hoy no quiero ser Hulk. Quiero que el estúpido con pasamontañas que ha entrado a robar en mi mundo me pegue un puñetazo y me rompa un diente. Quiero sufrir y sudar y que esa bala me pase rozando, y escuchar el murmullo de una multitud que piensa: "No lo conseguirá".
Vestido con una sudadera y unos vaqueros algo rotos y configurado con la fuerza y la agilidad de Pantera Negra, hago un par de cabriolas y me coloco en el centro de los patanes armados y peligrosos. Apenas seran unos segundo de volteretas, directos al menton y patadas giratorias y todo habrá acabado. Ni sudor, ni muelas partidas, ni inseguridad, ni miedo, ni nada.
La gente aplaude y me palmaditas en las espalda felicitandome, porque desconocen que soy el hijoputa omnipotente que les oprime y aniquila. El mismo que les acaba de salvar de la paranoia de unos atracadores que yo mismo había creado. Les borraría a todos de la faz de la tierra con una mirada casual, pero el hastío es insoportable. Acepto sus muestras de afecto con una sonrisa que parece quebrarme la cara.
Es la agonia de lo previsible, de la monotonía que tu mismo dominas. El horror del aburrimiento.
Ser Dios es un coñazo. Y lo odio.
(Continuará)