martes, julio 25, 2006

Héroe II

Decido que ser Spiderman hoy es excesivo para suprimir a estos patanes. A veces es suficiente con el Capitán América, a veces incluso con Blue Beetle.

Hoy tengo treinta y uno porque me apetece parecer un poco mayor, porque quiero ser humano. Hoy quiero sangrar y que duela. Hoy no quiero ser Hulk. Quiero que el estúpido con pasamontañas que ha entrado a robar en mi mundo me pegue un puñetazo y me rompa un diente. Quiero sufrir y sudar y que esa bala me pase rozando, y escuchar el murmullo de una multitud que piensa: "No lo conseguirá".

Vestido con una sudadera y unos vaqueros algo rotos y configurado con la fuerza y la agilidad de Pantera Negra, hago un par de cabriolas y me coloco en el centro de los patanes armados y peligrosos. Apenas seran unos segundo de volteretas, directos al menton y patadas giratorias y todo habrá acabado. Ni sudor, ni muelas partidas, ni inseguridad, ni miedo, ni nada.

La gente aplaude y me palmaditas en las espalda felicitandome, porque desconocen que soy el hijoputa omnipotente que les oprime y aniquila. El mismo que les acaba de salvar de la paranoia de unos atracadores que yo mismo había creado. Les borraría a todos de la faz de la tierra con una mirada casual, pero el hastío es insoportable. Acepto sus muestras de afecto con una sonrisa que parece quebrarme la cara.

Es la agonia de lo previsible, de la monotonía que tu mismo dominas. El horror del aburrimiento.

Ser Dios es un coñazo. Y lo odio.

(Continuará)

martes, julio 11, 2006

Héroe I

Elegí ser un ser supremo por pura determinación.

Ni origen extraterrestre, ni mutaciones, ni manipulaciones radioactivas. Nada de nada. A los 8 años creí profundamente en que podia estar por encima de todos, y me lancé a salvar el mundo.

Mi primer archienemigo fué el hijo del frutero, un enano algo cabezón cuyo superpoder mortífero consistía en oler mal y negar siempre las evidencias. El muy cabrón acababa de birlarme mi Nintendo DS Lite nuevecita, y estaba intentando educar a mi perro virtual, que tenía cierta tendencia a cagarse por las esquinas. Aunque había intentado varias veces persuadirle de que aquella consola portatil era mía, aquel ser mefítico sonreía con sus dientes marrones expuestos e insistía en que aquella maravilla tecnológica se la había regalado su padre, un humano un poco menos enano pero igual de cabezón, y despues amenazaba con atizarme hasta que vomitara las entrañas. A punto de la lágrima, deseé con todas mis fuerzas que aquella sanguijuela abyecta, enana y encefálicamente hipertrofiada muriera entre espasmos y sufrimientos, y corrí a mi casa para sollozar entre los pechos de mi madre.

Al día siguiente, la noticia se extendía por el barrio, veloz como una mentira. La frutería estaba cerrada porque el primogénito de Cecilio Hernández, que así se llamaba el infecto frutero, era ahora poco mas que una mancha sanguinolenta debajo del contrapeso de una grua, que habia caído por accidente. En el tanatorio, al que había sido arrastrado a la fuerza, comprobé con sorpresa como la madre de mi némesis, obviamente pequeñita y cabezona, me entregaba arrasada por las lágrimas y el dolor, mi Nintendo tan anhelada, mientras me susurraba al oído que su hijo hubiera deseado que yo jugara con ella.

Aquel día lo comprendí. La futilidad de la fuerza y de la amenaza. El poder del deseo y de la mente. El poder que era mío para hacer y deshacer a mi antojo. Mi poder.

(Continuará)

viernes, julio 07, 2006

A veces toca morirse

A veces las espectativas te matan.

Esperas y esperas y descubres que lo que te tenía sin sentido, mordiéndote las uñas hasta las muñecas, deseando que llegara el momento de la verdad, es una puta mierda.

A veces las entelequias molan mas que la realidad. Es mejor la idea de lo que puede ser, que la realidad que es.

A veces te toca aguantar hasta reventar, perder, sufrir o llorar. A veces te toca morirte. A veces tu personaje es la jaula, y el pájaro que hay dentro tiene gangrena y apesta. A veces los yogures son verdes, y el perro de tu vecino tiene una debilidad enfermiza por los dedos de tus pies.

A veces no. Pero de esos momentos apenas se escribe, porque estás demasiado atónito como para hacer otra cosa que babear.

A veces todo brilla, y descubres que hasta el alquitrán tiene su gracia, y la luna brilla el bosque es verde y está lleno de arboles con cara de viejo que te dan sabios consejos.

Aveces la existencia no rima. Chirría.

A veces toca vivir y hacer como que te gusta.

A veces no. Afortunadamente.