Héroe IV
Hoy decido explotar como Vegeta. Inmolarme como Chaos. Morir por los demás asumiendo que defiendo una causa mas alta, mejor.
Me coloco en el centro de la ciudad más poblada de la tierra y cuando 150 chaparritos pasan ante mis ojos cerrados extiendo los brazos y grito, imaginando que soy Rayo Negro y mi voz pulveriza montañas.
La explosión desintegra 9 millones de vidas y deja atiborradas de radiación a otras tantas. Paso a ser una amenaza mundial reconocida por las Naciones Unidas. Quizá me entreguen un carné.
El mundo aterrado coincide en que debo ser eliminado y desde una república ecuatorial gobernada por un negro gordo y caníbal lanzan sobre la casa de mis padres el arsenal atómico mundial destinado a la destrucción de asteroides.
Esa mañana almuerzo 200 megatones que borran la sonrisa de mi familia, de mi ciudad y de mi vida. Los reconstruyo con idea y media y aparezco en el Despacho Oval a la hora del desayuno del Presidente, haciéndome corpóreo antes de que acabe su café de Starbucks.
-Touché - le digo y vomito ácido clorhídrico sobre su cara entre estúpida y alucinada. Un guardaespaldas grita al entrar, mientras el siguiente vomita los huevos revueltos que su mujer le ha cocinado a las 7 de la mañana, vestida con aquella bata roja que él le compro para su último cumpleaños.
¿Debería...? Nah. Les perdono. Vuelvo a evaporarme con el olor de su orina en la nariz.
Reaparezco en El Cairo.
Hoy decido que esta será la última vez que me inmole. Se acabó eso de ser Vegeta.
Lo juro.
(Continuará)
Me coloco en el centro de la ciudad más poblada de la tierra y cuando 150 chaparritos pasan ante mis ojos cerrados extiendo los brazos y grito, imaginando que soy Rayo Negro y mi voz pulveriza montañas.
La explosión desintegra 9 millones de vidas y deja atiborradas de radiación a otras tantas. Paso a ser una amenaza mundial reconocida por las Naciones Unidas. Quizá me entreguen un carné.
El mundo aterrado coincide en que debo ser eliminado y desde una república ecuatorial gobernada por un negro gordo y caníbal lanzan sobre la casa de mis padres el arsenal atómico mundial destinado a la destrucción de asteroides.
Esa mañana almuerzo 200 megatones que borran la sonrisa de mi familia, de mi ciudad y de mi vida. Los reconstruyo con idea y media y aparezco en el Despacho Oval a la hora del desayuno del Presidente, haciéndome corpóreo antes de que acabe su café de Starbucks.
-Touché - le digo y vomito ácido clorhídrico sobre su cara entre estúpida y alucinada. Un guardaespaldas grita al entrar, mientras el siguiente vomita los huevos revueltos que su mujer le ha cocinado a las 7 de la mañana, vestida con aquella bata roja que él le compro para su último cumpleaños.
¿Debería...? Nah. Les perdono. Vuelvo a evaporarme con el olor de su orina en la nariz.
Reaparezco en El Cairo.
Hoy decido que esta será la última vez que me inmole. Se acabó eso de ser Vegeta.
Lo juro.
(Continuará)